Misión.-
Una comunidad social y educativa basada en los valores de justicia
social, equidad y participación democrática, en la que todos y todas tienen
derecho a participar como miembros de pleno derecho —sean cuales sean las
características de cada alumno/a— en el aprendizaje y la vida social del aula.
Visión.-
El
aula como sistema social no independiente del contexto de centro y sociedad al
que pertenece, y las imágenes del aula como comunidad de diversidad, como
comunidad social, de aprendizaje y de apoyo, con capacidad de acoger e incluir
a todos los alumnos y alumnas.
Objetivo.-
Construir
aulas como contextos heterogéneos que den
respuestas que suponen que cualquier planteamiento sobre la vida de la
misma esté sujeto a las características que se derivan del reconocimiento de la
diversidad. Aulas que se adecúan a las peculiaridades concretas de la
diversidad, como hecho global antes que individual. Aulas donde se reconoce la
diversidad del grupo, la variabilidad y diferencia de ese grupo frente a otros.
Objetivos
específicos.-
Conseguir el
compromiso de los y las docentes:
Está demás mencionar la importancia de que los profesores se comprometan
con la inclusión, que rechacen los procesos de exclusión y se impliquen en la
inclusión plena de todos sus alumnos y alumnas considerándolos miembros de sus
clases. La formación continua, del profesorado desde el centro es una de las
vías indispensable para abordar la presencia de alumnos/as con muy distintas
necesidades. Pero también es cierto que la formación ha de completarse con una
serie de actividades o planteamientos que ayuden a desarrollar la inclusión en
el aula.
Los profesores deberán ser capaces de explorar y autoanalizar sus propias
ideas, sus valores y creencias sobre la diversidad. Estudiar la propia historia
y experiencias personales puede ayudar a comprender los efectos de la propia
educación y combatirla de manera que se creen clases inclusivas de acuerdo a
los principios de igualdad y justicia social.
Iniciar el proceso de inclusión sin esperar a finalizar el proceso de
formación. No sirve de nada dilatar el momento de aceptación de los alumnos (en
espera por ejemplo de que los profesores se «capaciten») ya que a la diversidad
se aprende a responder desde la vivencia de la misma diversidad.
Reutilizar los
recursos y profesionales de la educación especial:
En el aula van a presentarse lógicamente demandas y necesidades que los
profesores no podrán atender de inmediato. Pero, el planteamiento inclusivo
pospone las intervenciones especiales de carácter segregado al límite. La
alternativa consiste en reconsiderar el uso de los profesionales y recursos de
la educación especial en el centro. No se trata de renunciar a los mismos, sino
de reconvertirlos, de utilizar esos recursos para todos, de pensar nuevas
formas de organizar su trabajo, de integrar en la enseñanza en el aula
ordinaria a esos profesionales.
Mantener las
proporciones naturales:
En la distribución y acogida de alumnos y alumnas tanto en el centro como
en el aula, se acepta el principio de mantener las proporciones naturales, lo
cual significa que las escuelas deben aceptar tan sólo a los alumnos del vecindario.
Un excesivo número de alumnos (con discapacidad) en el centro o un
desproporcionado número de alumnos con la misma discapacidad en la escuela (por
motivos económicos o de distribución de recursos) supone una negación del
derecho a educarse y convivir en el entorno más normal posible que tienen todos
los alumnos, así como de la igualdad de oportunidades.
Establecer vínculos
entre los profesores:
La educación y las aulas inclusivas tienden a promover las redes de apoyo
naturales en los centros a través del trabajo conjunto entre profesores que
permite y facilita abordar de manera concreta y específica el trabajo sobre
educación inclusiva en el aula. El objetivo es ayudar a que todos los
profesores implicados en la inclusión puedan participar en el desarrollo y
mantenimiento de una comunidad escolar integrada, acogedora e inclusiva.
El aula como
comunidad de la diversidad.-
Se reían de mí, […]
pues a lo mejor porque pensaban que era mongólica. Me apartaban en los juegos y
no podía hacer las cosas con ellos. No querían sentarse conmigo. Estábamos en
la misma mesa, pero no me querían ¿Por qué? No sé […] porque era distinta a
ellos. (Paola, 16 años.)
Desde la perspectiva multicultural, se plantean los siguientes objetivos
para alcanzar una inclusión plena aceptando la diversidad en el aula:
-
Ayudar a los
alumnos/as a elaborar identidades positivas de género, raza, cultura, clase
social e individual y a reconocer y aceptar su pertenencia a grupos muy
diferentes.
-
Capacitar a los
niños, niñas y adolescentes para que se consideren parte de una sociedad más
amplia, para que se identifiquen, empaticen y se relacionen con individuos de
otros grupos.
-
Promover el
respeto y el aprecio de las distintas formas de vivir de otras personas.
-
Estimular la
apertura y el interés por los demás, la disposición de incluir a los otros y el
deseo de cooperar desde las primeras relaciones sociales que establecen los
niños/as pequeños/as.
-
Promover el
desarrollo de una conciencia realista de la sociedad contemporánea, el sentido
de responsabilidad social y de una preocupación activa que se extienda más allá
de la propia familia o grupo inmediato.
-
Capacitar a los
niños y niñas para que se conviertan en analistas autónomos y críticos y en
activistas en su medio social.
-
Apoyar el
desarrollo de habilidades educativas y sociales necesarias para que los niños y
niñas se conviertan en participantes plenos en la sociedad del modo más
adecuado a sus estilos individuales, orientaciones culturales y medios
lingüísticos de origen.
-
Promover unas
relaciones eficaces y recíprocas entre las escuelas y las familias.
Valorar y celebrar
la diversidad en el aula:
Pensar la diversidad desde un currículum que se construye desde lo común,
desde el respeto a las diferencias y que se desarrolla ensalzando las mismas.
Crear un aula inclusiva supone crear un contexto en el que se reconozca, valore
y respete a todos los alumnos/as, supone prestar atención a lo que se enseña y
al modo en que se enseña pensando en todos y todas las estudiantes. El principio
de igualdad no puede llevar a ignorar las diferencias, a no tener en cuenta la
diversidad del aula.
Es por ello importante considerar el currículum oculto sobre la
diversidad. Y es que los y las estudiantes perciben las diferencias entre
ellos, ven y son conscientes de que hay alumnos, por ejemplo con distintas
formas y problemas de movilidad, o de comunicación, con rasgos distintos o
capacidades diferentes. Ignorar en el aula esas diferencias (no sólo niega a
esos alumnos su derecho a aprender según sus necesidades), sino que transmite a
los otros y otras una actitud pasiva y de indiferencia ante la diversidad. Pero
no es suficiente con aceptar la diversidad. El aula, como espacio por
excelencia para la diversidad, debe comprometerse en la lucha contra las
reacciones que devalúan, niegan o rechazan la misma. El aula inclusiva debe
adoptar conscientemente una postura anti-racista, anti-sexista, comprensiva e
igualadora, que potencie también la implicación y el compromiso de los alumnos
ante la diversidad. Trabajar con los alumnos en cómo combatir las desigualdades
sociales (no sólo describirlas) y crear ciudadanos y ciudadanas
comprometidos/as con la inclusión es la meta educativa, que evidentemente debe
abordarse en el aula.
La propuesta para incorporar las diferencias en el currículum de aula,
tiene además un carácter preventivo contra la exclusión (se articula para
cualquier contexto y aula) se basa en dos ideas básicas: reconocer la
diversidad y celebrarla. Plantea para ello los siguientes puntos:
-
El respeto y
reconocimiento positivo de las diferencias raciales no es sólo un principio
para aulas donde haya diversidad étnica, sino un principio que ha de
incorporarse al currículum de cualquier aula que quiera ser inclusiva.
Reconocer las diferencias biológicas de los distintos grupos humanos significa,
primero descubrirlas a los ojos de los alumnos, y después valorarlas como
signos de identidad propia y genuina que nos enorgullecen, de forma que se
puedan contrarrestar las influencias del racismo que hace creer a algunos
alumnos que determinados signos o rasgos físicos son superiores a otros.
Obviamente el tratamiento concreto del tema dependerá de
la composición de cada clase. Pero incluso en los contextos más homogéneos
existe la obligación de tratar la diversidad racial de manera precisa y
rigurosa.
A pesar del compromiso del currículum común en ser un
instrumento culturalmente plural a no ser que en la práctica del aula, se
descubran y valoren las diferentes culturas, siempre la cultura dominante se impondrá
sobre otros acercamientos y manifestaciones culturales. Por eso el aula
inclusiva se construye desde la asunción del valor de las múltiples culturas y
subculturas, desde el respeto y el reconocimiento de las diferencias más
comunes y familiares, no sólo las de las minorías.
-
El respeto y el
reconocimiento de las diferencias de género supone que el currículum del aula
descubra estas diferencias. El objetivo de ese descubrimiento debe ser que los
niños y las niñas reconozcan y acepten las diferencias de sexo, sin que, al
mismo tiempo, se limiten a esas características. Una tarea importante es
descubrir las ideas estereotipadas y limitadas sobre lo que se atribuye a cada
sexo, abriendo nuevas opciones a los niños y niñas. Así mismo estimular las interacciones
entre iguales, evitando y denunciando todo síntoma de sexismo. La revisión del
currículum desde esta óptica y su desarrollo en el aula es una tarea que exige
la consideración de todos y cada uno de los elementos del currículum y de la
vida del aula.
-
El respeto y
descubrimiento de las diferencias religiosas está muy relacionado con el de las
diferencias raciales, culturales y familiares. El reto que plantea este tema a
los profesores y profesoras es cómo descubrir esas diferencias y respetarlas
sin romper el sentido de comunidad del aula. El abandono del lenguaje del
“nosotros” es fundamental en una escuela donde las distintas manifestaciones y
creencias se respetan y valoran por igual.
-
El respeto a las
diferencias de destreza y capacidad es una tarea ciertamente compleja. Estas
diferencias suelen ser conocidas de antemano por los niños y niñas, pero suelen
también estar categorizadas y jerarquizadas en sus mentes. Para contrarrestar
esta tendencia a diferenciar negativamente en función de la capacidad
(intelectual por ejemplo, pero de ver también, o de oír, o moverse, etc.),
centros y profesores deberán identificar múltiples capacidades en cada persona
y elogiar las mismas, destacando lo que de positivo tiene cada una de ellas.
Relacionado con estos puntos, el autoanálisis sobre las limitaciones
propias se plantea como una actividad realmente potente para que los alumnos y
alumnas comprendan la diversidad de capacidades en la escuela. La cooperación
por otro lado es una alternativa realmente valiosa para fomentar actitudes de
comprensión hacia la diversidad, y a la vez de ayuda-mutua.
Descubrir y respetar las diferencias familiares es otra clave en toda
aula inclusiva. En la sociedad actual la composición y extensión de la unidad
familiar ha variado enormemente y los considerados contextos familiares no
convencionales son cada vez más frecuentes. En una única clase puede haber
alumnos y alumnas que convivan con sus padres, con uno solo de ellos, con la
familia extensa, con familias de acogida, con familias mixtas, con padres
adoptivos, en hogares o instituciones, etc. La necesidad de comunicar a los
alumnos las diversas formas de vida familiar es un reto que maestros y maestras
deben asumir no sólo como actividad puntual (tema “familia”) sino al planificar
todas las actividades de la vida del aula, evitando al desarrollo y la puesta
en marcha de actividades que den por supuesto que todos/as los/as alumnos/as
provienen de familias nucleares tradicionales, y que reconozcan en cambio
distintas formas familiares de amor y apoyo mutuo.
Oponerse a los estereotipos y a la discriminación es en consecuencia una
meta más a plantearse en el aula. Tal y como se ha ido indicando crear un aula
inclusiva no es solo una cuestión de reconocimiento y aceptación de la
diferencia, es descubrir y enseñar a los/as alumnos/as la forma de oponerse a
los estereotipos y a la discriminación, como futuros ciudadanos con capacidad
de ofrecer resistencia y actuar en contra de la desigualdad social. Pero más
allá de esa meta a largo plazo los alumnos pueden aprender en el aula a
oponerse al racismo, al sexismo y a otros tipos de discriminación en sus
propios ambientes, pueden aprender a distinguir entre prejuicios y juicios
fundamentados, entre tolerancia e intolerancia, entre participación y mera
presencia, entre inclusión y exclusión.
En definitiva, la creación de comunidades inclusivas de todas las
personas es una tarea que ha de acometerse también desde el currículum del
aula. Posponer o delegar la diversidad hasta el tratamiento individual de la
misma puede llevar al inicio de un proceso que acaba siendo de nuevo
segregador. Así que la respuesta a la diversidad exige respuestas a nivel de
aula, replanteamientos, modificaciones y mejoras organizativas y grupales a
nivel de aula, y cualquier otra respuesta que sea necesaria, siempre que sea
abordada desde la concepción del aula como comunidad inclusiva.
El aula como
comunidad de aprendizaje para todos
Siempre he visto cómo
los demás avanzaban, y yo me quedaba atrás… no porque no pudiera, sino porque
siempre estaba distraído. Yo a lo mejor no me podía concentrar porque tenía
otras cosas en mi cabeza, entonces me castigaban y me echaban de clase, al
pasillo. Al volver sólo quería seguir distrayéndome con otras cosas. Me aburría
en clase, no me gustaba lo que hacíamos, no tenía ningún interés […]. (Pedro,
17 años, habla de su experiencia escolar. Fue diagnosticado con problemas de
Atención Dispersa)
Nada más lejos de la idea del aula como espacio educativo donde aprenden
todos, alumnos y profesores, y donde el aprendizaje se concibe y diseña como
experiencia colectiva, comunitaria, no sólo como proceso privado e individual.
Al hablar de una sociedad del aprendizaje, al hablar de una sociedad en
permanente evolución, y del aula como comunidad inclusiva que ofrece
oportunidades de aprendizaje a todos sus alumnos debemos plantearnos así las
cosas.
Dos cuestiones son clave a la hora de analizar este carácter del aula
como comunidad de aprendizaje: el diseño y desarrollo curricular, la programación
diseñada o suscrita por el profesor del aula, y la forma en que los alumnos
aprenden en el aula (estrategias de enseñanza, estrategias de aprendizaje,
etc.).
La programación de aula es el instrumento explicativo básico del
currículum real a desarrollar por toda la clase. Esa programación ha de ser la
expresión de la actividad didáctica a desarrollar por todos los alumnos, así
como de los objetivos instructivo-formativos a conseguir.
Por eso la no curricularidad, concepto que alude al hecho, a veces
mantenido y defendido, de que algunos alumnos (por ejemplo los alumnos con
necesidades educativas especiales), no pueden desarrollar un currículum
formalizado en el aula, es sinónimo de negación del derecho al aprendizaje de
todo alumno. Los objetivos educativos del aula como grupo deben estar definidos
en términos de enseñanza-aprendizaje, para que todos sus alumnos se incorporen
de forma plena al trabajo académico del aula.
Debe planificarse su incorporación al trabajo global (incluso aun en el
caso de que existan diferencias significativas en el mismo). Es responsabilidad
del profesor evitar, en la medida de lo posible, la dualidad académica que
conlleva a la exclusión. Cuanto más adaptada esté la programación del aula a la
diversidad imperante en la misma, menos necesidad habrá de hacer adaptaciones
individuales: intervenciones especiales diferenciadas y singulares para un
alumno.
En segundo lugar, entendemos que la vida académica del aula queda
reflejada en las tareas que los alumnos desarrollan en la misma en la forma en
que se organiza el aprendizaje, el espacio, en los métodos seguidos, en los
procesos desarrollados. Desde esta perspectiva, los objetivos y contenidos, el
eje organizador de los mismos, su grado de concreción, los criterios seguidos
para su elección y secuenciación, el nivel cognitivo, los procedimientos,
métodos, recursos y apoyos, la evaluación o el tiempo empleado para cada una de
las áreas y tareas en el aula constituyen algunos de los componentes básicos
del entramado académico del aula, en los que es posible identificar y conocer
qué es lo que los alumnos aprenden, qué es lo que no aprenden y cómo lo
aprenden.
Pero el aula es un contexto académico, no meramente formal, y rígido. Ya
en 1977 los investigadores señalaban la simultaneidad y multidimensionalidad de
acontecimientos, como características esenciales de la vida de cada aula. De
ahí las distancias entre diseño y desarrollo curricular —cuando se concibe
aquel como algo previo y rígido— y de ahí que en la práctica sea frecuente lo
contrario: la interacción mutua entre ambos a fin de responder a las
situaciones concretas que se van generando. No es posible separarlos.
Configurar una intervención pedagógica que promueva el aprendizaje para
la diversidad de alumnos del grupo-clase, requiere comprender que el aula es un
contexto académico que necesita ser revisado, analizado y evaluado desde la
perspectiva de la diversidad. Requiere asumir el análisis del aula y sus
necesidades como tarea previa o concomitante a cualquier proyecto que se quiera
desarrollar desde una didáctica inclusiva en el aula.
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