jueves, 6 de noviembre de 2014

Trinchera Escolar

Voces Vitales a través del estudio evidenció que la escuela es el segundo lugar, después del hogar, donde los niños, niñas y adolescentes son víctimas de violencia a través del maltrato, insultos, apodos, agresiones físicas, exclusión social y marginación por parte de sus compañeros y docentes.

Desde el año 2007 Voces Vitales ha instalado en la agenda pública el acoso escolar como un tema de preocupación ante la vulneración de los derechos de niños, niñas y adolescentes a través de una serie de jornadas de información y procesos de capacitación, principalmente en las ciudades de La Paz y El Alto, además de la difusión de programa de radio semanal con duración de una hora, en la prestigiosa emisora “Radio Deseo” del Movimiento Mujeres Creando denominado “Trinchera Escolar”.


Todos los días mi compañero me pedía dos pesos. A veces yo le daba el dinero que me entregaba mi papá. Otras veces, me daban algo de comer y, para evitar que me pegaran, le robaba a mi mamá”,  uno de los testimonios de estudiantes que recogió Voces Vitales




Pionera en la investigación del bullying en Bolivia

Voces Vitales es la primera institución en Bolivia que trabaja la problemática del acoso escolar, cuya misión y visión se orientan a la defensa de los derechos de niños, niñas y adolescentes ante el acoso escolar, promoviendo la reducción y erradicación de la violencia en los ámbitos educativos a través de la construcción de aulas de paz y que generen una cultura de convivencia respetuosa, sin ningún tipo de violencia. 


Durante el trienio 2006 y 2009  Voces Vitales  realizó dos diagnósticos regionales y un diagnóstico nacional sobre acoso escolar.


El Diagnóstico Nacional nos permitió constatar que el 50% de la población estudiantil se encuentra en el círculo del acoso escolar, como víctimas, acosadores/as y/o espectadores.


Asimismo, se evidenció que 6 de 10 estudiantes afirman ser víctimas de maltrato por parte de sus docentes.


Voces Vitales a través del estudio evidenció que la escuela es el segundo lugar, después del hogar, donde los niños, niñas y adolescentes son víctimas de violencia a través del maltrato, insultos, apodos, agresiones físicas, exclusión social y marginación por parte de sus compañeros y docentes. 


Cero Tolerancia al Acoso y Violencia Escolar para prevenir ésta problemática y promover una cultura de respeto a los derechos de niñas, niños y adolescentes en las comunidades educativas, sin ningún tipo de discriminaciones.

El derecho a una vida escolar sin violencia

No le dedico a nadie…




Preámbulo



Cuando nos introducimos en una investigación nueva, sin una línea de base, con supuestos más que certidumbres, fue como adentrarnos en un callejón oscuro; predispuestas a recibir un golpe de alguna parte, susceptibles de caer o por lo menos resbalar, vulnerables a las críticas más despiadadas y a las adhesiones casi militantes; pero había que armarse de valor y comenzar a correr.

No dejó de tentarnos la posibilidad de ampliar la investigación hacia infinitos temas; mejor dicho problemas; por todo lo que constatamos, leímos, escuchamos en nuestro recorrido por rincones insospechados en los que había una escuela, con muros de silencio y complicidad; con pupitres de dolor y humillación; con docentes y regentes que oscilan entre el cielo y el infierno, en un espacio que debería ser solo de la tierra.

Lo que más nos invadía en este caminar fue el sentimiento de dolor, angustia y ganas de darnos media vuelta; mucha violencia para las wawas (niños y niñas), mucha indiferencia de los adultos/as. ¿Será porque la escuela no es parte de la cosmovisión ni andina ni amazónica, no forma parte de una buena vida, una convivencia respetuosa; aquello que en aymara se dice suma qamaña? (buena vida).

De todas maneras había que seguir, porque había mucho que visibilizar, mucho por contar; lo más se quedó en la absoluta incomprensión; a lo que se comprendió se colocó nombre, edad, sexo, unidad educativa y por supuesto, número; para las veces que le pegaron, le insultaron, le excluyeron, le amenazaron; pero no se pudieron contar las lágrimas, las sonrisas, los temores, las complicidades, las solidaridades, los dolores…

La recolección de datos, la transcripción y agrupación, fue relativamente fácil por la tecnología que lo hace todo; pero que nos deja la parte más complicada a los investigadores, comprender, interpretar y socializar.

Nos complejizó la infinita información que recogimos no sólo con los cuestionarios, sino con las miradas, las conversaciones, los paseos por los patios, las aulas, los recreos, las horas de educación física o de salida;  no queríamos que nada quedara fuera de la investigación. Pero era justo por tiempo, espacio y equilibrio emocional, restringir nuestro estudio y volver a nuestro objetivo inicial: determinar si existe acoso escolar en Bolivia, cómo se presenta, cuál es la forma más recurrente de acoso; cuáles los lugares donde se presentan las situaciones de acoso; cuántos/as acosados/as, víctimas y espectadores/as existen en esta problemática. Cuál la relación de los/as docentes con los/as estudiantes; de los padres y madres con docentes y con sus hijos/as. Objetivo pretensioso sin duda, pero factible por los instrumentos utilizados.

No podemos decir labor cumplida, sino más bien comencemos el trabajo.


Historias de la autora

 

Recuerdos fracturados



¿Que si fui feliz en el colegio?, no sé, nunca fui del grupo de las más bonitas o las más populares, estuve en un colegio solo de niñas dirigido por monjas, represoras y reprimidas.

Hace más de veinte años… recuerdo los hábitos negros y grises, las palmadas en las pompas por correr en los pasillos, la regente, no re gente no era, más bien era una mujer muy gritona y torpe, las cerradas de puerta en la nariz por cinco minutos tarde, las llamadas de atención o las llamadas telefónicas a casa por usar pantalón, pintarse las uñas, maquillarse los ojos, pintarse los labios.

Los retiros espirituales eran toda una aventura, se trataba de encontrar la mochila más grande y menos evidente para llevar las cervezas y los cigarrillos, algunas nos poníamos unas chamarras gigantes para poner en los bolsillos, más cervezas y más cigarros. Nos revisaban nuestras mochilas al entrar al colegio de varones donde realizábamos estos encuentros, por tanto en las noches el retiro se convertía en una entretenida jarana. Por supuesto, nos asignaban, no sé si la vivienda de los curas del colegio, o algún tipo de internado, porque tenía pasillos largos y en los costados estaban las habitaciones con dos camas, una mesa de noche, roperos, ventanas grandes y baños compartidos.

Las noches eran espectaculares, había que ver nuestra habilidad para cruzar de una ventana a otra con las bolsas de cervezas, estábamos en un segundo piso, pero nos convertíamos en unas expertas escaladoras. Nos reuníamos a contar chistes e historias de terror, a burlarnos de las monjas, a fumar, a reír, a llorar… hasta que escuchábamos los pasitos de la monja, que nos pillaba siempre y nos sacaba a empujones del cuarto. El día siguiente era un martirio, a rezar desde las siete de la mañana, ya duchadas y bien arregladitas; luego a escuchar las lecturas bíblicas, a poner la mesa para el almuerzo y en las tardes a seguir reflexionando sobre la biblia, a poner la mesa para la cena y por supuesto, la infaltable confesión con el cura.

Los recuerdos se me quiebran cuando pienso en mi mejor amiga de básico (primaria), éramos inseparables, nos sentábamos juntas, salíamos al recreo juntas, hacíamos las tareas (alguna vez), pero siempre nos reuníamos en la tarde con ese pretexto, reíamos de todo y de nada, recuerdo que incluso nos turnábamos para almorzar juntas, un día en mi casa, otro en la suya.

Un fin de año, la monjita llamó a mi mamá y le dijo que ya no podíamos seguir unidas, que decidiera con la familia de mi amiga, cuál de las dos se quedaba en el colegio, porque nos perjudicábamos juntas, éramos malas estudiantes y eso no era bueno para ninguna de las dos. Mi madre, le dijo que fuera ella quien se quedara, que nosotras buscaríamos otro colegio. Pero no fue así, no entiendo las razones, ni las situaciones de entonces, no las conozco, me quedé yo, pero sin mi amiga. Ella fue a otro colegio en Miraflores, me decía ella, que era mejor, que le quedaba cerca a su casa y que era mucho más divertido. Me quedé sin mi amiga, su banco estaba vacío, ya no tenía con quien reír, con quien compartir los recreos, con quien almorzar, no tenía donde ir. Por qué lo hicieron?... nunca entendí, pero la perdí, nunca más volví a compartir con ella un largo rato de risas y de llantos, nunca más compartimos un emparedado de queso, una bolsita de papas fritas, a veces con chocolate; ni siquiera un abrazo. No nos enojamos, nos volvimos a ver después de años en la calle y nos saludamos con mucho cariño. Las monjitas decidieron que nuestra amistad no iba más.

Los años pasaron… me fui un tiempo a Santa Cruz, a un bonito colegio, pero que no trascendió en mi vida. Tenía una amiga llamada Clarita que tenía las piernas quemadas tras un accidente con alcohol, siempre estuve al lado de ella en los recreos, en las clases…, algunas compañeras no dejaban de llamarme colla, para evitarlo inventé que yo llegaba de París, probablemente porque escuché que las cigüeñas llegan del viejo continente; la mentira resultó, muchas compañeras se acercaban a preguntarme como era París, si sabía hablar francés, cómo eran mis papás, cómo eran mis hermanas…No sé si el cuento continuó, pero conseguí más amigas, incluso algunas me invitaban a su casa a conocer a sus papás, otras querían acompañarme a mi casa después del colegio.

Algo que si recuerdo del colegio de Santa Cruz, es que los/as profesores/as entregaban medallas de colores a las mejores estudiantes; la rosada significaba que tu desempeño no había sido tan bueno y las celestes eran un verdadero orgullo, suponía que durante la semana te destacaste en todas tus materias. Yo las conocía porque mi hermana mayor llegaba siempre con las celestes, yo alguna vez llegué con la rosada. Las tenías que devolver al día siguiente, pero lo que suponía que te condecoren al final del día era una situación de tanta afectación, que no la puedo relatar.

La maestra se paraba delante del curso, como siempre, y comenzaba a llamar lista, primero a las que más o menos se destacaron, una sentía entre vergüenza y algo de orgullo, cuando mencionaba tu nombre, te parabas frente a todas las del curso, la docente te colocaba la medalla y siempre decía “la próxima semana la celeste”. Pero la sensación de escuchar tu nombre para la medalla celeste era inexplicable, te levantabas del asiento como un pavo real, caminabas hacia adelante y comenzabas a crecer hasta llegar al trono, donde te colocaban la corona y te felicitaban por tan buen desempeño durante la semana.

La sensación de quedarte sin medallas, ni celeste ni rosada, era incómoda por decir lo menos, porque además quienes sacaban medallas se pavoneaban por mi lado y me quedaba, al principio, con un saborcito peor que amargo, pero como la situación se repetía cada semana, ya me había acostumbrado, lo extraño era escuchar mi nombre para recibir una medallita.

En medio (secundaria ahora) volví a La Paz, volví al mismo colegio de monjitas, seguía la misma directora, tienen el don de ser eternas, no les pasa la vida, se mantienen idénticas a pesar de los años. Ingresé a un grupo de amigas, las más gorditas, las más comilonas y las más reilonas. Recuerdo que ingresé a los equipos de básquet y voleibol del colegio, pero nunca fui buena, hacía lo que podía, pero durante los partidos generalmente, la pasaba con el grupo de suplentes.

Mi grupo era divertido, cada una con una historia familiar particular; dos hermanas con una madrastra salida de los cuentos de hadas; una con problemas de obesidad y ambos padres médicos; otra con un padre militar a quien ella decía odiar; y eso sí todas, incluida yo, con un denominador común: “en casa nadie me entiende, nadie me quiere”, seguro contagiadas y alimentadas unas a otras, por esa extraña sensación de incomprensión que acompaña la adolescencia.

La mayoría de las chicas eran muy enamoradizas, a la salida del colegio era un clásico esperar las góndolas de los colegios de los chicos, verlos pasar y tejer historias…”estaba en la ventana con una polera azul”; “me miró y me sonrió”, “me mandó un beso”, “me dijo que me va a llamar”, luego la infaltable carta rusa, a masticar papelitos con el nombre del chico y lanzarlo al techo del aula, si se colaba, te quería, sino a intentarlo nuevamente, con suerte en el aula, generalmente en el baño.

Salíamos casi todas las tardes, no estudiábamos mucho, pero la pasábamos bien. No sé de dónde sacábamos plata, pero en las tardes era infaltable la hamburguesa, las papas fritas, o las mollejas de pollo del frial de la zona.

El curso, durante los cuatro años estaba perfectamente dividido en grupos: las más estudiosas, que no hablaban con nadie que no sea de su grupo, en los exámenes tapaban sus hojas con los brazos y rumoreaban y reían cada vez que alguien salía al pizarrón; las bonitas y populares, que tenían chicos al por mayor, vestían siempre muy bonito, bailaban y organizaban las mañanas deportivas del colegio y además, iban a fiestas y discotecas; las traviesas y pícaras, que se burlaban de las monjas, entraban a empujones al quiosco, se jaloneaban y empujaban en los recreos, se divertían con todas y de todas; unas cuantas excluidas que no se metían con nadie; alguna que otra extranjera que pasaba por alguno de los cursos,  algunos pares de hermanas, que sin ser gemelas estaban en el mismo grado y nosotras.

Recuerdo que un año durante la secundaria se realizaron los Juegos Bolivarianos en La Paz, pidieron a los colegios seleccionar un grupo de estudiantes para organizar las barras y el desfile bolivarianos en el estadio Hernando Siles. Me pareció hermoso, un grupo de chicas tenía que llevar mangas de colores y otro grupo banderas. La presidenta del curso, motivada por sus propios criterios eligió a un grupo de compañeras, ninguna de nuestro grupo fue seleccionada, cuando reclamamos y pedimos que la elección sea justa o por votación, arguyó que el criterio único de selección eran las calificaciones, sobre todo la de educación física; no calificábamos.

Lo último que me acuerdo con mucha precisión, es también un evento en el coliseo cerrado, un concurso de barras de los colegios. Nos organizamos, esta vez todas, seleccionaron a las que teníamos mejor ritmo, (es un orgullo decirlo), ensayamos semanas enteras. Nos acompañaba una canción de moda; las más habilosas diseñaron nuestro traje de baile, un vestido rojo con falda corta y tableada. Para mí fue lo máximo, bailar con las más bonitas del curso, estar en medio de todo un coliseo bailando con pompones, al ritmo de una canción moderna. Pero no tengo claro lo que pasó, lo que no puedo olvidar es que cuatro días antes del gran evento, la que dirigía el grupo me dijo que yo ya no bailaría, que decidieron que otra compañera lo hacía mejor que yo. Hasta ahora me molesta el recuerdo de esta situación.
  
Fui terrible también, rebelde hasta donde me dejaron, usaba pantalón, me escondía en los baños, fumaba en sus interiores, a veces arrebataba la merienda a alguien, a veces insultaba o golpeaba a alguna compañera que “me provocaba”, nunca me destaqué por tener buenas notas. No asistí a mi fiesta de graduación porque fui a desquite en las materias más importantes, tampoco viajé con mi promoción, porque a alguna de las compañeras se le ocurrió que quienes iban a desquite no iban de viaje, se fueron a Potosí y Tarija y trajeron valijas de aventuras y de historias, sobre todo de amor.

Nos quedamos pocas, algunas por desquites, las más por falta de dinero. Una de ellas, se ofreció a darnos clases a quienes teníamos que rendir exámenes. Qué bondad, qué desprendimiento o qué soledad, por lo que fuera, realmente conocerla fue una gloria, por ella salí del colegio, no la volví a ver, pero la recuerdo con muchísima gratitud, incluso gestionó que nos abrieran el colegio para estudiar toda la vacación en un aula con pizarrón.

Ahora que escribo me acuerdo del verde hospital de los baños, donde siempre encontraba escrita la frase: “fulanita de tal goma”, recuerdo ese horrible patio de cemento, el quiosco improvisado, el olor a salteña, a papas fritas mezcladas con arrocitos de chocolate, el color blanco inmaculado de la dirección, donde pasaba varios minutos que se hacían eternos, hasta que llegaba mi hermana y me recriminaba: “que hiciste esta vez…”.

Se me viene a la mente mi profesor de matemáticas, un buen hombre, le decíamos Simón Bolívar, de verdad era parecido; mi profesor de psicología, ese sí que era interesante, le dispararon durante el golpe de estado de Natush Bush, pero no lo mataron; la profesora de educación física, como olvidarla, una señora ya mayorcita, que hacía su mejor esfuerzo por trotar; el profesor de química, con el mayor respeto, le llamábamos Pepa, en realidad era José; y la inolvidable profesora de física que tenía a sus dos hermanas en mi curso, una mujer de temple, serena, cauta; y las monjitas, siempre con el ceño fruncido, dispuestas a gritarte por todo y por nada, caminando con firmeza y dureza; recuerdo particularmente a una monjita que dirigía el acto cívico de los lunes: “¡atención! firrrr, a la izzzzquier, dos…tres, y comenzaban los acordes del himno nacional.

Como olvidar los slams (una especie de diario personal que era llenado con los datos, preferencias y gustos de las chicas del curso), hasta ahora conservo uno: tu nombre, ¿quién te gusta?, ¿tienes chico?, ¿quién es tu mejor amiga?, dedícame una frase. Esta era la parte más importante de tu slam, porque lograbas descubrir qué pensaban las compañeras de curso de ti, varias veces me sorprendí con frases como: “eres una doble cara”; “eres una vanidosa y alzada”, “ojala que cambies, porque eres una hipócrita” o “eres muy voluble”. Nunca descubrí porque algunas chicas pensaban eso de mi, pero siempre me afligió, nunca tuve las agallas para preguntar el porqué de sus comentarios, si nunca había siquiera compartido un recreo con ellas.

El slam era por lo general esa sutil presión para conocer la evaluación que hacíamos las niñas y adolescentes de nuestras compañeras y la evaluación que esperábamos hagan ellas de nosotras.

Recuerdo a una compañera en particular que era capaz de hacerme sentir dichosa con su compañía y desgraciada con su indiferencia; llegaba a veces al curso con dos emparedados de pollo, uno para ella y otro para mí, me esperaba para salir al recreo, me invitaba a jugar toda la tarde a su casa, me decía que era su mejor amiga y que incluso nos parecíamos físicamente, que a ella la confundían conmigo en la calle. Cuando estaba con ella, tenía la opción de pasar un rato con el grupo de las bonitas y populares del curso, porque ella se movía por todos los grupos sin mayor problema, entraba y salía de los grupos con una facilidad única, y no tenía ninguna barrera de entrada.

Esto le duraba aproximadamente dos semanas, luego se sumergía en un silencio completamente agresivo, no me saludaba, me volteaba la cara cuando yo intentaba saludarla, me ignoraba, se reía cuando pasaba por su lado, rumoreaba con las demás y me hacía sentir horrible. Luego se le pasaba y volvía a mi lado, pero lo que nunca dejó de hacer fue dedicarme frases en el slam como “eres muy voluble” o “deberías ser más sincera”. Nunca le pregunté por qué hacía eso conmigo y por qué pensaba eso de mí. Durante los cuatro años lo hizo y el momento del viaje de promoción me llamó por teléfono para despedirse y entre risas con otras chicas, me deseó suerte en mis desquites.

Después de estas frases siempre sentía ese frío del silencio, esa doble dosis de distancia y silencio que te deja sin trincheras y sin defensas, porque no existen pistas sobre lo que hiciste para merecer el castigo.

Un baúl de recuerdos que muy pocas veces me provoca abrirlo, porque además de todo lo narrado encuentro incomodidad, algo de tristeza, pero sobre todo desconcierto: ¿por qué no me dejaron participar en las barras bolivarianas o de colegio?, ¿por qué no me dejaron viajar?, ¿por qué no me dejaron ir a la fiesta de graduación? ¿Eran las reglas del juego, eran las normas implícitas del grupo, solo travesuras, bromas, cosas de chicas, agresión oculta o era acoso escolar? En cualquier caso me provoca ira, que muy pocas veces pude expresarla, contarla y menos comprenderla.



Con este libro intento hacer las paces con algunos oscuros pasajes de mi vida en colegio.

Karen Flores Palacios
http://www.monografias.com/trabajos-pdf4/derecho-vida-escolar-sin-violencia/derecho-vida-escolar-sin-violencia.pdf
http://www.acosomoral.org/documentos/RESUMEN%20DIAGNOSTICO.pdf
http://www.pieb.com.bo/nota.php?idn=2531
http://booksur.com/index.php?route=product/product&product_id=2771

No al acoso escolar




martes, 4 de noviembre de 2014

Nuestros logros


















TRINCHERA ESCOLAR - PROGRAMA DE RADIO                                 RADIO DESEO 103.3 FM LA PAZ-BOLIVIA

Filosofía y Enfoque de Voces Vitales

Filosofía


Concebimos la escuela como un escenario en el cual la convivencia debe gestionarse de forma democrática, la actividad instructiva ser cooperativa y la educación ir más allá de la instrucción. Esto requiere una enseñanza directa y sistemática, que tenga en cuenta la teoría social y el desarrollo en los dominios afectivo, cognitivo y psicomotor. En ella, el proceso de aprendizaje y enseñanza es secuencial, es importante para los objetivos de la comunidad educativa y es consistente con conductas relevantes para las necesidades y expectativas de los alumnos.

Sabemos que el aprendizaje de ciertas habilidades cognitivas, académicas y sociales en la escuela es el fundamento de un buen desempeño social, académico y laboral a lo largo de la vida. Reconocemos que son las habilidades sociales las que permiten a niños, niñas y adolescentes prevenir conductas asociales y promueven comportamientos asertivos, actitudes positivas, valores y reconocimiento y manejo adecuado de sentimientos y emociones.

Enfoque


Niños, niñas y adolescentes aprenden conductas sociales por observación e interacción, tanto en el escenario donde comparten con sus familias, como en todos los espacios donde establecen relaciones con otras personas: la escuela, el barrio, en actividades extracurriculares, etc. Algunos no aprenden conductas y actitudes adecuadas por la carencia de oportunidad de imitar buenos modelos, por haber recibido insuficiente o inadecuado refuerzo de los adultos cercanos a ellos o por haber vivido experiencias sociales inadecuadas. Estos niños, niñas y adolescentes van a las escuelas llevando consigo la violencia que viven en sus casas y en su entorno. Muchas veces este es el predictor para el acoso y la violencia escolar. Al salir del aula y la escuela, otra vez estos niños, niñas y adolescentes, retornan a sus casas y a la sociedad con máscaras de violencia conocidas o renovadas.

Desafortunadamente en la cultura escolar se expresan formas de relación que potencian o desencadenan diferentes niveles de violencia, y reproducen la existencia de ambientes autoritarios que, tradicionalmente habían sido encarnados sólo por los docentes y los administrativos, pero que en la configuración actual, se han sumado también los alumnos y alumnas, quienes desde diferentes expresiones y prácticas, están redefiniendo las relaciones de poder en la escuela, manteniendo y profundizando lógicas autoritarias.

Por tanto es fundamental abordar la problemática de la violencia para prevenirla desde los primeros años de escolaridad, y enfatizar estas acciones en primaria superior y secundaria que es donde se concentran los espacios de mayor acoso y violencia escolar, según el Diagnóstico Nacional “Por el Derecho a una vida escolar sin violencia”.

El enfoque de Voces Vitales es preventivo integral. Apostamos al desafío de que sí es posible construir aulas de paz desde la educación inicial hasta el último curso de secundaria. Aulas donde las premisas básicas sean:

§  Utilizar la cooperación en todas sus dimensiones.
§  Enriquecer la comunicación con una escucha activa y responsable.
§  Construir la tolerancia como parte de la convivencia en la escuela.
§  Saber que la palabra tiene poder y consecuencias.
§  Trabajar la expresión emocional en su dimensión positiva.
§  Manejar la resolución de conflictos de manera asertiva.
§  Aprender a respetar y apreciar las diferencias de las personas.
§  Entender cómo funcionan los prejuicios y cómo nos condicionan.

Apostamos a la convivencia escolar sin violencia y a la construcción de aulas de paz. Para lograrlo es necesario reconfigurar los vínculos sociales que posibiliten el reconocimiento y la valoración de las diferentes identidades de todos los estudiantes y las estudiantes. Se debe legitimar sistemas y normas de regulación social construidos colectivamente con todos los miembros que conforman la comunidad educativa.

Convivencia implica apropiarnos de nuevas maneras de sensibilidad social, saber transitar en cada uno de los mundos posibles de todos los que asisten a la escuela y reconstruir este espacio, en lo social, conjuntamente con niños, niñas y adolescentes para que el resultado sea cercano, pertinente, propio.

 

Qué es Voces Vitales

Voces Vitales es la institución pionera en Bolivia en el análisis y visibilización de la problemática del acoso escolar o bullying.

Voces Vitales es una organización privada de desarrollo social, creada bajo Resolución Prefectural N° 595, el 28 de mayo de 2007. Es la primera institución en Bolivia que trabaja la problemática del acoso escolar, cuya misión y visión se orientan a la defensa de los derechos de los niños, niñas y adolescentes ante el acoso escolar. Promueve la disminución, el control y el manejo de la violencia en el escenario de la escuela, a través de la construcción de aulas de paz, donde se forja una cultura de respeto, de convivencia solidaria y tolerante, de edificación de vínculos sociales asertivos.

Del 2007 al 2010, Voces Vitales realizó un diagnóstico nacional y dos diagnósticos regionales sobre el acoso escolar. El Diagnóstico Nacional “Por el derecho a una vida escolar sin violencia” incluyó a una población de 6.700 estudiantes entrevistados, lo que nos ha permitido conocer y poner en evidencia que 4 de 10 estudiantes son víctimas de acoso escolar; 5 de 10 son acosadores, 6 de 10 espectadores; y 6 de 10, víctimas de maltrato por parte de docentes. 

El acoso verbal, seguido del social y físico son los más recurrentes. Del 40% de estudiantes que afirman ser víctimas de acoso, el 70% indica que se lo merece, que le acosan por ser diferente y porque lo provoca. La edad más vulnerable del acoso escolar se presenta entre los 12 y 16 años (primaria superior y secundaria). Las situaciones de acoso escolar se presentan en un 90% dentro de la Unidad Educativa: en patios, baños, aulas, recreos, pasillos y sobretodo en lugares donde no hay supervisión de adultos.

A nivel nacional se trabajó con un total de 140 docentes. De de esa muestra, 6 de 10 docentes prefiere utilizar el castigo físico para corregir a los(as) estudiantes; 5 de 10 les grita o insulta; 3 de 10 baja la nota, incrementa la tarea o envía una nota a los padres y madres para informar y/o corregir actos de indisciplina. Asimismo, 7 de 10 afirmaron que el acoso escolar es un problema serio en sus Unidades Educativas, expresaron su motivación por prevenir estas situaciones y demandaron información y estrategias para afrontarlo. 5 de 10 docentes indicaron también, que son los padres y madres quienes demandan el uso de castigos físicos ante el incumplimiento de normas o tareas por parte de sus hijos(as).

En el Diagnóstico Nacional se trabajó además con un total de 300 padres y madres de familia. De esta muestra, 5 de 10 padres y madres de familia afirmaron que en la unidad educativa donde estudian sus hijos(as) hay problemas de acoso escolar: se golpean, se insultan, se maltratan; 7 de 10 encuestados(as) afirmó no confiar ni en la dirección ni en los docentes.

Ya fuera del aula, en sus casas, 5 de 10 padres y madres revelan saber que los(as) docentes maltratan a los(as) estudiantes en las escuelas y 7 de 10 afirman que por no tener tiempo para educar a sus hijos/as, son ellos(as) mismos(as) quienes piden a los(as) docentes que eduquen y enseñen a obedecer a sus hijos(as), aunque tengan que utilizar castigos físicos o verbales. Además 3 de 10 reconocen que ejercen violencia física o verbal contra sus hijos(as) para corregirles.

A través del estudio Voces Vitales evidenció que la escuela es el segundo lugar –después del propio hogar– donde niños, niñas y adolescentes son víctimas de violencia por maltrato, insultos, apodos malintencionados, agresiones físicas, exclusión social y marginación por parte de sus compañeros(as) y sus docentes.

La vulneración de los derechos de niños, niñas y adolescentes tiene que enfrentarse y combatirse sistemáticamente. A partir de 2007 con este objetivo y desde diferentes ángulos, Voces Vitales ha instalado el tema del acoso escolar como un tema central en la agenda pública para su discusión y análisis. Nuestros aliados han sido los medios de comunicación y otras instituciones comprometidas con la sociedad. Para una discusión enriquecedora, Voces Vitales informa a la sociedad a través de artículos y entrevistas en medios de comunicación.  Hace más de tres años se transmite el programa semanal “Trinchera Escolar” en la emisora “Radio Deseo” del Movimiento Mujeres Creando.

Asimismo, se trabaja de manera directa en las escuelas. El paquete de herramientas construido contempla el trabajo con toda la comunidad educativa: directores y administrativos, docentes, padres y madres de familia, alumnos(as) en general.


El acoso escolar no es sólo datos estadísticos y discusiones públicas, es sobre todo casos concretos, niños, niñas adolescentes y jóvenes con nombre y apellido que lo sufren. Voces Vitales trabaja también en la resolución de estos casos concretos de acoso.